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Si tenemos que hablar de crisis, debemos hacer referencia es a la crisis del capitalismo, en sentido global y al modelo civilizatorio occidental que, se edificó mediante la explotación del hombre por el hombre; el dominio científico-instrumental y teórico de la naturaleza; el despojo histórico del sentido de pertenencia a la sociedad, a sus altos valores de equidad, justicia social e igualdad de oportunidades, y que hoy sufren las mayorías, golpeadas por el poder financiero internacional y sus ramificaciones nacionales, que hoy en el mundo alcanzan el 99%.
Por eso, antes de cuestionar al marxismo, como lo hacen los llamados “economistas críticos” aparentemente “vinculados” al proceso revolucionario venezolano o los exégetas de la derecha neoliberal y la seudo inteligencia mediática, se ha de tomar como paso metodológico, siguiendo a Terry Eagleton, la vigencia del método marxista, de allí la importancia de leer ese libro intitulado: ¿Por qué Marx tenía razón. Madrid, 2012.
Un camino para la comprensión de esta problemática de la llamada crisis, pasa por reconocer, que el enfoque que hizo Marx de varios problemas por ejemplo, de la generación de la pobreza y depauperación, su enfoque de esta anomalía, fue el correcto. Marx, descubre las leyes (por ejemplo la Ley del Valor; la Acumulación de Capital) que explican que las sociedades opulentas o altamente industrializadas, para mantener su abundancia y bienestar, tienen que sostenerse sobre la base de la generación y trasferencia exponencial de la pobreza planetaria.
¿Hay pensamiento religioso en esta esencial y elemental exposición de la fisionomía de la sociedad? ¿Seriamos “achacosos”, como sostuvo en días pasados un “desafortunado” columnista dominical, por el hecho de aspirar a una sociedad mejor y cualitativamente distinta, superior incluso a las que se sostuvieron en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, ¿Es anacrónico enfocar los valores de la justicia social, la equidad y promoción de las oportunidades?
La gestión del Presidente Maduro por eso apunta al adversario claro de su gobierno –el gran capital- y a las consecuencias y los sintómas de esa guerra económica, alentada por poderes fácticos, el bloque hegemónico y financiero internacional de raíz estadunidense, y sus ramificaciones en la empresariado corrupto y sectores políticos y mediáticos del país.
El Ejecutivo Nacional, ha diseñado instrumentos jurídicos (como la Ley de Precios Justos) y acciones concertadas que las ha llamado ofensiva económica que en el plano general buscan un nuevo orden económico interno, alcanzar la diversificación del aparato productivo y satisfacer las necesidades fundamentales (alimentación, medicinas, vestuario, trasporte, entre otras). Su enfoque es batallar contra: el dólar paralelo; la especulación de bienes y servicios, la inflación; el contrabando; las importaciones ficticias, el contingente de empresas de maletín; la sobrefacturación de importaciones-exportaciones, el acaparamiento y la escasez.
El mercado paralelo, ha sido la coartada y entelequia, de un comportamiento anti-ético en la frontera con la flagrancia delictual, donde se han refugiado, todas las acciones ilícitas de personas, empresas e instituciones que, aun recibiendo dólares a precios preferenciales, violando y burlando la fé pública, venden los bienes y servicios a precios correspondientes a tasas del mercado paralelo y su exorbitante precio, sin duda hay una estafa y defalco a la nación y es de por si una fractura de la ciudadanía.
En la Constitución de 1999, el espacio del sector privado aparece claramente delimitado, de manera que sería una contradicción decir que el Estado es “absolutista” o que desdeña del apoyo al impulso emprendedor; que cohíbe la libertad de expresión; que su sistema político está basado en el monopolio de un solo partido pues la soberanía no radica en partidos ni cenáculos sino en el pueblo hoy llamado poder popular. Todo ello además de la satanización del petróleo que no es “un excremento del diablo” sino una fuente inagotable de recursos y un acervo energético, fuente universal para cubrir las necesidades, base de las políticas sociales, que garantizan los derechos sociales, culturales y la felicidad para la humanidad socializada llamada Venezuela, que si tiene viabilidad y sostenibilidad.
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