Alcanzar la calidad de la educación requiere, entre otras cosas, que nuestros educadores practiquen un sindicalismo respetuoso de la Ley, cuya dirigencia, no privilegie sus intereses mezquinos y permitan más bien, la emergencia de nuevos liderazgos que constituyan dignos cuadros de relevo en el ejercicio de una clara y plena democracia sindical.
Por más de 30 años, vemos los mismos rostros, el mismo discurso y los mismos vicios, de relajar la disciplina, desacatar el ordenamiento legal legítimamente establecido en el país, conductas éstas antiéticas, a las que se han acostumbrado haciendo de ellas una costumbre crónica y nociva convirtiéndolas en el sustento de sus liderazgos.
Ahora inventaron las “Asambleas Permanentes”, para justificar sus ausencias de las aulas de clases, para apoyar sus guarimbas, conducta absolutamente írrita, ya que no se contemplan en la Ley Orgánica del trabajo, tampoco aparece en la Ley Orgánica de Educación y mucho menos en los Contratos Colectivos, ni en los Estatutos de sus sindicatos.
Tal como está plasmado en el Preámbulo de nuestra Constitución Bolivariana, “El imperio de la Ley, para esta y las futuras generaciones”, ha de ser el fundamento de todo verdadero demócrata, especialmente, de aquellos que desarrollan la práctica sindical en el magisterio, quienes tienen el deber de entender, que nadie puede estar por encima de la Ley, mucho menos los maestros que tienen el deber de educar, y de actuar siempre con la verdad por delante.
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