La noticia de las muertes llegó mientras dos mil estudiantes universitarios miraban Alcarajo, el documental sobre los diez años de la Cumbre de Mar del Plata que hicimos con Luciano Leyrado, Iván Granovsky y Gabriel Pomeraniec gracias al impulso de Telesur, al Incaa y al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
y a la ayuda de tantos que estuvieron de acuerdo en participar primero para permitir después la difusión libre.
Una vez que pasaron las imágenes de Néstor Kirchner diciendo “Somos naciones” y de Hugo Chávez saltando en el estadio hace diez años, después de la voz de Teresa Parodi cantando a capella, los chicos se pararon y vivaron la libertad de América Latina. Era el cierre de la Séptima Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales organizada en Medellín por Clacso. Pablo Gentili, el secretario ejecutivo, fue hasta un atril del escenario y anunció entonces los primeros datos del atentado en París, que por cierto muchos venían siguiendo en los celulares.
Recordé de inmediato un momento de la entrevista que el jueves le había hecho a Hoda Nehmé, la decana de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad Saint-Esprit de Kaslik, en el Líbano.
La profesora Nehmé, una estudiosa de las tradiciones laicas en el mundo árabe, y también una analista fina de sus dificultades para sobrevivir, piensa que hay ciclos de 15 años. Al principio del ciclo países como los Estados Unidos y Francia estimulan distinto tipo de “luchadores por la libertad” y los utilizan para combatir gobiernos o desarticular Estados. Esa dinámica crece y cobra vida propia. Luego, pasados los 15 años y tras miles de muertos, cientos de miles de personas condenadas a vivir en campamentos y millones de desplazados, sobreviene la preocupación sobre qué hacer. Pero ya es tarde.
La profesora hablaba con voz suave y gesto dolorido. Poco antes se había enterado de que en las afueras de Beirut un comando sunnita había producido un atentado con 40 muertos y cientos de heridos en las afueras de la capital libanesa.
Sin ánimo de pronosticar nada le pregunté si la ola de atentados no podría crear, en el Líbano y en Europa, una cierta lucidez aun en los más conservadores como para tener esperanzas en que, aunque fuese por espíritu de supervivencia, el ciclo que había narrado pudiera romperse. Me respondió que ojalá fuera así y que no había que bajar los brazos. Recordó que por ejemplo después de la Segunda Guerra Mundial se abrieron paso valores humanistas. Pero volvió a subrayar que detrás de los ciclos había una estrategia cínica que no se hacía cargo de los efectos producidos por una política.
Una vez el Foro de Davos invitó al escritor sueco Henning Mankell, muerto este año, a pronunciar una conferencia. Además de escribir sus policiales negras Mankell se dedicaba a observar la política mundial. Vivía seis meses por año en Suecia y seis meses en Maputo, donde dirigía el teatro nacional de Mozambique. Al hablar de los refugiados y la histeria que generaban en Europa dijo una frase grandiosa: “Ellos están aquí porque ustedes estuvieron allí”. Difícil explicar mejor el colonialismo. Para Mankell, igual que para la profesora Nehmé, el cinismo no solo era una inmoralidad sino una gigantesca máquina portadora de injusticias. Y de peligros.
Ningún humanista, ninguna humanista, utiliza este tipo de explicaciones como justificación ética de una masacre. La muerte es el mal absoluto y los atentados generan miedo, justamente el ambiente menos propicio para soluciones complejas. Igual que en la política, no es “cuanto peor, mejor”. Es cuanto peor, peor. Mucho peor.
Las explicaciones solo pueden ayudar a poner algo de contexto en las tragedias y de ninguna manera pueden (de ninguna manera deben) desdeñar la dimensión inhumana del terror y la sangre y la solidaridad con las víctimas y sus familiares.
La conferencia organizada por Clacso fue cerrada por el investigador portugués Boaventura de Sousa Santos, que habló con el “corazón pesado” ante los atentados y las guerras --“guerras en red”, dijo-- y por el juez español Baltasar Garzón.
Garzón mencionó otra violencia, la de Colombia, un país que trata de llegar a la paz en las negociaciones de La Habana. Dijo Garzón que quedarse sólo en el punto del conflicto armado equivaldría a limitarse al inicio de un largo proceso. Y agregó que las soluciones eran posibles. Para eso dio el ejemplo de la Cumbre de Mar del Plata, reflejada en el documental. “Los países dijeron No y ofrecieron una alternativa”, señaló. “La alternativa no está siendo fácil porque se da en un ámbito mundial de capitalismo salvaje, pero demuestra que es posible hacer las cosas de otra forma.”
Pues eso: es posible hacer las cosas de otra forma.
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