“No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía”, expresó Martín Luther King el 28 de agosto de 1963, hace 52 años, en su popular discurso delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, durante una histórica manifestación de más de 200.000 personas en defensa de los derechos civiles para los negros en esa nación.
Luther King hablaba en su discurso sobre la Proclamación de la Emancipación, firmada 100 años antes, en 1863, por el presidente Lincoln, anunciando que todos los esclavos serían liberados. Habían pasado 100 años y el destino de los negros estadounidenses no se perfilaba distinto.
“Cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra”, enfatizaba Luther King.
Ahora, 52 años después, la realidad de los negros estadounidenses no parece ser diferente, muestra de ello es el recrudecimiento en la violación de los derechos humanos de los afrodescendientes, que queda claramente evidenciada en una serie de asesinatos por parte de cuerpos policiales contra afroamericanos, que han despertado grandes manifestaciones en varias ciudades en reclamo de justicia y en repudio a esos hechos.
Entre los más sonados se encuentra el asesinato de Trayvon Martin, de 17 años edad, asesinado por un guardia de seguridad que lo consideró “sospechoso”, en febrero de 2012. El 30 de abril de 2014, el policía Christopher Manney disparó 14 veces contra Dontre Hamilton, de 31 años, quien estaba desarmado. En julio, Eric Garner, de 43 años, murió luego de ser estrangulado por el policía blanco Daniel Pantaleo. Un mes después, el agente Darren Wilson asesinó al joven estadounidense Michael Brown, de 18 años, en Ferguson, Missouri, San Luis.
En septiembre, funcionarios de la policía de Utah, asesinaron de seis disparos al afroamericano Darrien Hunto, de 22 años de edad. El pasado 22 de noviembre, Tamir Rice, de 12 años, fue tiroteado por la Policía en Cleveland, estado Ohio (norte), cuando el niño se encontraba en un parque de la ciudad y sacó una pistola de juguete. Y luego fue asesinado Antonio Martin, de 18 años de edad, por agentes de la Policía en la región de San Luis, cerca de Ferguson.
“Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca”, comentaba Luther King aquel día de agosto de 1963 a las miles de personas que se concentraron para escuchar su discurso.
En el 2015, Estados Unidos sigue sin cumplir el sueño del líder del movimiento por los derechos civiles afroamericanos, todavía es usual el confinamiento solitario en las cárceles. El país del “sueño americano” tiene alrededor de 80.000 prisioneros en régimen de aislamiento, en calabozos con pobre ventilación y poca o ninguna luz natural. Algunos han permanecido en él más de 40 años, de acuerdo a la denuncia que realizó China en 2014, en el informe Registro de los Derechos Humanos en Estados Unidos en 2013.
“De alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza”, agregaba Luther King. Quizás hoy, 152 años después, Estados Unidos pueda cumplir el sueño de quien solo quería defender la igualdad de la población, sin distingo de raza, quien quería que su nación se levantara y viviera el verdadero significado de su credo “afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.
“Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad. ¡Hoy tengo un sueño!”.
Ese sueño se ha multiplicado a miles de estadounidenses que reclaman el respeto a los derechos de los afroamericanos, hoy más que nunca cuando la nación es dirigida por un hombre de color, exigen que el “sueño americano” sea mucho más que una frase que los hace ver ante el mundo como el mayor defensor de los pueblos, cuando la realidad es muy distinta a la que pintan frente a los organismos internacionales.
Gabriela Toro
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