Una mañana reciente, en medio de crecientes tensiones entre israelíes y palestinos y de una movilización masiva de solados israelíes en Jerusalén, las fuerzas de seguridad hicieron cumplir una orden de desalojo: instalaron cordones en torno al barrio árabe de Silwan y sacaron a dos familias árabes de sus viviendas para que fuesen ocupadas por judíos que un tribunal consideró sus legítimos dueños.
Los desalojos son parte de una batalla que colonos judíos libran casa por casa, a veces con al apoyo del gobierno, para expandir su presencia en los barrios árabes del sector antiguo de Jerusalén, que los palestinos ven como el corazón de una futura capital propia.
Los desalojos impulsados por judíos en barrios árabes son uno de los reclamos que, según los palestinos, motivaron una serie de ataques a israelíes, la mayoría de ellos con puñales.
El otro es la diputa por los sitios religiosos. La viceministra de Exteriores israelí, Tzipi Hotovely, avivó la tensión por la Explanada de las Mezquitas al proponer el lunes izar una bandera judía en el lugar, conocido como Monte del Templo para los judíos. "Nos pertenece, es un lugar sagrado del pueblo judío", aseguró.
Los palestinos temen que Israel trate de cambiar las reglas que rigen el lugar, que es sagrado para los musulmanes y los israelíes, a pesar de que el primer ministro Benjamin Netanyahu negó varias veces que tenga intención de hacerlo. Las normas estipulan que los judíos pueden acceder a ciertas horas a la Explanada, pero no pueden rezar ahí, mientras que los musulmanes pueden entrar y rezar a cualquier hora, aunque son sometidos regularmente a restricciones de edad, u otras, impuestas por Israel.
Desde mediados de septiembre han muerto once israelíes en ataques palestinos, mientras que 52 palestinos, incluidos treinta que los israelíes describieron como atacantes, fueron abatidos a tiros por los israelíes.
Los israelíes "están provocando esta ola de ataques con puñales porque, cuando presionan a seres humanos repetidamente, no les queda otra cosa que morir, tomar un puñal e írseles encima'', sostuvo Abdullah Abu Nab, de 59 años, quien fue desalojado hace poco junto con su esposa, sus hijos mellizos de nueve años y otros seis familiares.
Ultras, apoyados por la ley
Agrupaciones judías radicales como Ateret Cohanim se oponen a cualquier acuerdo que implique la creación de un Estado palestino junto a Israel, en tierras que Israel capturó en 1967, incluido el sector oriental de Jerusalén.
Algunos activistas, por otro lado, creen que si se radican más judíos en el este de la Ciudad Vieja y en los barrios árabes adyacentes, donde se encuentran los principales altares y sitios arqueológicos, se acelerará la "redención religiosa". "Básicamente estamos viendo el sionismo en acción y un proceso de redención en marcha'', afirmó Daniel Luria, de Ateret Cohanim, una de las agrupaciones activas en Silwan.
Organizaciones israelíes contrarias a la colonización de zonas conquistadas en la guerra dicen que los colonos tratan de obstruir cualquier división de Jerusalén. "Quieren cambiar la composición de los barrios palestinos de los alrededores de la Ciudad Vieja y hacerlos más judíos, para que llegado el momento resulte más difícil, si no imposible, que el gobierno israelí transe", opinó Hagit Ofran, de Peace Now. "La cooperación (de los colonos) con las autoridades se intensificó en los últimos años", agregó.
Los colonos y sus partidarios apelan a una variedad de métodos y reclaman ante los tribunales propiedades que alguna vez pertenecieron a judíos en las zonas capturadas en 1967, una opción que no se ofrece a los palestinos. Opositores denuncian también que algunas dependencias del gobierno han vendido o alquilado propiedades a judíos sin licitaciones.
En otra parte de Silwan, el gobierno le dio a una organización de colonos, Elad, el derecho a administrar sitios arqueológicos que ponen de relieve las raíces judías de la zona.
Entre 2.000 y 2.500 judíos se han radicado en barrios árabes de la Ciudad Vieja y sus alrededores desde 1967, según Ir Amim, una agrupación que promueve una solución equitativa en Jerusalén. Otros 200.000 viven en barrios construidos por Israel en el sector oriental de Jerusalén desde 1967.
Israel anexó esa zona y la considera parte de su capital, medida que nunca ha sido reconocida internacionalmente.
Pocos palestinos aceptaron la ciudadanía israelí, temiendo reconocer la ocupación israelí, y la vasta mayoría tiene ahora los derechos de residencia.
Como residentes, gozan de libertad de movimiento, el derecho de trabajar en Israel y tienen acceso a los servicios sociales y de salud de Israel.
Pero esta situación es frágil. La gente puede ser despojada de su residencia si dejan la ciudad por periodos prolongados. Casi 14.000 palestinos han perdido sus derechos de residencia desde 1967.
Jerusalén tiene unos 850.000 residentes, una tercera parte de ellos palestinos que se quejan de ser discriminados, incluso con las viviendas.
Los desalojos de la semana pasada ocurrieron en un sector de Silwan conocido como Batan al Hawah. Incrustado en una ladera empinada, ofrece vistas espectaculares de la Ciudad Vieja, incluido el altar rectangular desde el cual el profeta Mahoma habría ascendido al cielo y donde según los judíos se encontraban los templos de la Biblia.
En la zona vivieron familias judías yemeníes –llegaron a ser 144– durante más de medio siglo, a partir del 1880, de acuerdo con Luria. Con el tiempo fueron disminuyendo y al menos 35 familias se fueron durante el levantamiento árabe contra los británicos y la inmigración judía. Parte del barrio yemení se encontraba en tierras adquiridas por filántropos judíos para la comunidad, indicó Luria. La propiedad comunitaria, incluida una sinagoga, fue administrada por el Fondo Fiduciario Benvenisti. Los tribunales israelíes determinaron que el edificio del cual fue desalojada la familia de Abu Nab le pertenecía al Fondo.
El abogado de Abu Nab, Mohammed Dahle, arguyó que esa familia estaba amparada por la ley porque vivía allí desde hacía décadas y no debió haber sido desalojada. Cuestionó los títulos de propiedad judíos y dijo que su equipo presentará los documentos sobre esas tierras.
El lunes de la semana pasada, fuerzas de seguridad con perros acordonaron el barrio y desalojaron a la familia de Abu Nab de dos departamentos. El martes había una bandera israelí en el techo.
Abdullah Abu Nab, su esposa Fatima y sus hijos Mahmoud y Mohammed piensan resistir. Se instalaron en un departamento en la misma calle estrecha, gestionado por activistas de la zona. Asegura que los soldados israelíes le dañaron muchos muebles.
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