El Premio Nobel de la Paz, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha caracterizado el final de su segundo y último mandato por un retorno a las políticas belicistas tradicionales de sus antecesores en el cargo, que pueden empantanar a su país en conflictos de un final incierto.
Obama ordenó la permanencia en Afganistán de un contingente de unos 10.000 efectivos, en clara señal de que el término de la ocupación de la nación centroasiática está lejos. Más aún, mandos militares norteamericanos expresaron su deseo de que este paso sirviera de ejemplo a sus aliados para tomar medidas semejantes.
En tiempos recientes, el jefe de la Casa Blanca comenzó a incrementar el número de soldados en Iraq, con el pretexto de contribuir al combate contra el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico y en estos momentos hay más de 3.300 hombres en el país mesopotámico.
Pero la víspera, el mandatario estadounidense dio un paso muy arriesgado cuando ordenó el envío de medio centenar de tropas especiales al territorio de Siria, siempre con el pretexto de enfrentar a los grupos extremistas.
La medida resulta polémica desde cualquier punto que se analice. En el plano jurídico internacional, como no está concertada con las legítimas autoridades de Damasco, puede considerarse como el inicio de una invasión armada extranjera, lo cual tiene severas implicaciones. Si el Consejo de Seguridad de la ONU fuese un órgano democrático, seguro que la consideraría como una ilegalidad, punible a todas luces.
Desde el ángulo militar, más que la cifra implicada, la presencia de estos militares significa un claro cambio de estrategia pues hasta ahora Obama había negado la posibilidad de implicar fuerzas de tierra en el conflicto interno sirio.
Sobre la mesa se plantean numerosas interrogantes: ¿Si Estados Unidos proclama a donde quiera que va su intención de derrocar al presidente Bachar Al-Assad, entonces a quién van a atacar y a quién van a defender sus tropas especiales allí?
¿Es este el comienzo de una operación a gran escala que puede incendiar a todo el Oriente Medio? ¿Porqué Washington hace este anuncio, justo cuando en Viena, la capital de Austria, representantes de varios países se reunían para buscar una salida política al conflicto sirio?
Entre las primeras conclusiones de esta medida, desacertada a nuestro juicio, es que el Nobel de la Paz busca cualquier cosa, menos eso, y privilegió las opciones de fuerza con lo cual puede comprometer a su país en una guerra tan complicada, por lo menos que la de Afganistán.
La vocera de la Cancillería rusa, Maria Zajarova, advirtió que las tropas de tierra norteamericanas deben coordinar con su país, que lleva a cabo una exitosa campaña aérea contra el Estado Islámico y otras agrupaciones terroristas.
En todo caso, se trata de una apuesta muy peligrosa por parte del presidente de los Estados Unidos, que nos hace recordar aquella canción infantil en moda hace tiempo. ¿Recuerdan uno de sus estribillos? “Mambrú se fue a la guerra…. no se cuándo volverá”.
Guillermo Alvarado
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