OPCIONES FRENTE A LA CRISIS POLÍTICA ACTUAL ACUERDO NACIONAL O CONFRONTACIÓN

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* El pueblo venezolano envió dos potentes mensajes en las elecciones parlamentarias del pasado seis de diciembre, por una parte, le dijo al gobierno: resuelva la crisis económica de manera urgente, y por otra, le dijo a la oposición: aquí los problemas se solucionan por la vía del voto, por la vía democrática, pacífica y respetando la Constitución.


“Ser radical es atacar el problema por la raíz”
Carlos Marx.

La extraordinaria visión estratégica del Comandante Hugo Chávez le permitió en las más disímiles circunstancias contar con una política, definida a partir del análisis de la realidad, base teórica sobre la cual labró equilibrios que le permitieron articular un bloque histórico de fuerzas sociales objetivamente interesado en un cambio revolucionario, en cada período pudo medir de manera exacta la correlación de fuerzas, identificar al enemigo principal, y por encima de todo: captar las necesidades, las aspiraciones y los sentimientos del pueblo.
El resultado de las elecciones parlamentarias del seis de diciembre de dos mil quince puede ser calificado, sin lugar a dudas, como una derrota para el “chavismo”. Se ha producido un viraje profundo, el problema del poder político está planteado en todas sus dimensiones y hay que señalar que la derecha pro imperialista pudiera revertir los avances de la revolución, no solo por la posición institucional que alcanzaron, sino porque la correlación de fuerzas en la calle le es ampliamente favorable. El plan de la derecha no es otro que el derrocamiento del gobierno y la desarticulación del movimiento popular chavista.
Tiene particular importancia destacar el discurso del Presidente Maduro, cuando al reconocer la victoria de la derecha, ratifica que la bandera de la democracia está de nuestro lado, así como también, cuando denuncia que fuimos a un proceso electoral en el que el sujeto principal de tal acontecimiento, el pueblo, está sometido al chantaje del acaparamiento de los productos durante los últimos dos años, por una fuerte presión de factores de poder internacional y por la más agresiva campaña mediática que haya tenido que soportar proceso político alguno. 
Reafirmar el carácter democrático y patriótico de nuestro proceso revolucionario es un hecho político cardinal, sobre todo, porque ese es el punto de apoyo para la articulación de un amplísimo frente social, político y cultural, que sintetice en un programa flexible e incluyente, los intereses de las diversas fuerzas sociales que integran el campo popular, opuestas al neoliberalismo.
Reconocer los serios errores cometidos en la política económica es el primer paso para superarlos. La estabilidad macroeconómica del país es materia urgente, no admite demoras, eso sí, es obligante alcanzar tales equilibrios: “con la gente adentro, sin exclusión social” y es esa una línea de demarcación entre el chavismo y el neoliberalismo de la derecha.
Un cambio radical en la situación presente es lo que reclama el momento político, línea maestra de la reunificación del pueblo. Ha de tenerse en cuenta que con la correlación de fuerzas que ahora existe en el país, el movimiento popular asumirá la resistencia a la embestida neoliberal, luego podrá ir avanzando por oleadas, hasta encontrar el momento de pasar a la contraofensiva. En la hora presente, la defensa de la democracia, del gobierno y de la constitución, es la primera barricada que ha de levantarse. 
Durante la campaña denunciamos el sabotaje económico, el cerco financiero de la banca mundial, el impacto de la caída de los precios del petróleo y alertamos al pueblo sobre la posibilidad de perder las conquistas alcanzadas, sin embargo, es evidente que no tuvimos éxito en dar respuesta a problemas actuales de la economía ni superar las deficiencias en la aplicación de las políticas públicas. Todos somos responsables de la derrota, pero el grado de responsabilidad no es igual. 
Aunque las causas de la derrota son multifactoriales, huelga decir, que el tema económico fue y es el detonante principal de la crisis. La derecha colocó al pueblo entre la espada y la pared con el sabotaje sistemático a la economía, sobre todo en lo que se refiere al acaparamiento. La inflación y la escasez se convirtieron en el ariete de la estrategia electoral de la contrarrevolución.
En la lucha revolucionaria, una vez definidos los objetivos estratégicos, hay que determinar hacia dónde dirigir el esfuerzo principal y eso solo  se puede hacer –en las condiciones actuales- si se precisan las dimensiones del proceso económico. Si queremos ir a la raíz del problema, como queda planteado en el aforismo de Marx, hay que auscultar los flujos internos de los procesos productivos, y  particularmente de la renta en la vertiente productiva del petróleo, y en la esfera de la economía no petrolera, además de los condicionantes que impone el entorno y las caleidoscópicas contradicciones que se registran incesantemente, analizando, a la vez, los movimientos de las clases y sectores sociales que constituyen la relación social capitalista – rentista. 
El punto de partida analítico es la caracterización del capitalismo rentístico en nuestro país, sobre el particular acotamos:
“En primer lugar y por encima de todo, es una forma de desarrollo capitalista. En segundo lugar, es una forma de desarrollo de un capitalismo nacional, favorecido significativa y sostenidamente, por una renta internacional de la tierra. Presupone, pues, que la economía nacional en cuestión se halla inserta en un mercado mundial ya altamente desarrollado. Tercero, esta renta internacional de la tierra corresponde, en una primera instancia, al Estado”. [P/XVII. Mommer, Bernard. Prólogo a la edición de 1997 del libro de Asdrúbal Baptista: Teoría Económica del capitalismo rentístico].
Uno de los errores más recurrentes de algunos analistas de la economía venezolana, es no reconocer el papel central de la renta petrolera en el desarrollo del capitalismo y, en no pocos casos, su incapacidad manifiesta en abordar temas complejos y contradictorios los llevan a conclusiones equivocadas, como la de afirmar que el petróleo para la economía nacional ha sido una “maldición”, ese tipo de apreciación, por supuesto, los coloca fuera del campo de la ciencia para ir a otras arenas repletas de subjetividades. Se cuestiona al rentismo pero no al capitalismo – rentístico. Y es esa una valoración equivocada de la realidad.
La crítica radical quedó expuesta por el Comandante Chávez en la introducción al Plan de la Patria, en la que afirma:
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo”.
Dos fenómenos están entrelazados en tiempo y espacio, no son concomitantes y conforman una interacción dialéctica: el desarrollo y el colapso del capitalismo rentístico.
¿Cómo se expresa el colapso del capitalismo rentístico, que está en el sustrato de la crisis económica actual? Esta interrogante queda planteada, y es necesario subrayar que en este período histórico específico la renta petrolera ya no es el motor de la economía y no alcanza para el sostenimiento del creciente gasto del Estado.
Esta peculiaridad de nuestro proceso socio/económico y político/cultural, contribuye a fijar una línea de análisis. Si asumimos como punto de partida que en una primera instancia corresponde al Estado el manejo de la renta petrolera, entonces, es claro que hay que estudiar la relación entre Estado y sociedad civil. 
Hay cuatro consideraciones que hacer: en primer término, la crisis múltiple, orgánica y simultánea de la economía mundial impacta negativamente a la economía venezolana; segundo, la caída de los precios del petróleo –que es un asunto fundamentalmente político- provoca un desajuste profundo y genera carencias de todo tipo; tercero, el colapso histórico del capitalismo rentístico es un problema de corte estructural que, aunque tiene incidencia en la coyuntura, su respuesta es de largo plazo y, por último, el gobierno tiene la facultad y la imperiosa necesidad de tomar decisiones en materia de políticas macroeconómicas. Sin equilibrios macroeconómicos no hay plan productivo posible y la ampliación del mercado interno se vuelve una quimera.  
Algunas de las respuestas a estos problemas están en la Ley Orgánica de Hidrocarburos promulgada por el Comandante Chávez el primero de enero de dos mil dos. Sus líneas maestras son: el cobro de las regalías, el cobro de impuestos y los dividendos de PDVSA; que el ingreso petrolero debe ser dirigido a la educación y a la salud; y que el capital nacional debe participar en el negocio petrolero “aguas abajo”, vale decir, donde es posible que participe, que es en el mercado interno de los hidrocarburos.
Una línea principista es la defensa de la Ley Orgánica de Hidrocarburos, la propiedad de la nación sobre el petróleo y sobre el provento no es ningún mito como lo afirman los neoliberales, es un derecho de los venezolanos de hoy y de los del futuro. Es así como, al mismo tiempo, los cambios registrados en los fundamentos del mercado petrolero global, han de ser tenidos en cuenta en las previsiones a corto y largo plazo. 
Con todo y el cuadro de dificultades que existen, un análisis científico no debe soslayar las enormes potencialidades de la economía venezolana y proponer un nuevo proceso de industrialización es –a todas luces- una idea fuerza que pareciera tener consenso político, no podría en ningún caso ser como la sustitución de importaciones, dado que el mercado mundial es distinto, los procesos de trabajo también y las nuevas tecnologías se han convertido en un potente factor dinamizador de la globalización. Ahora, el proceso de globalización del capitalismo contiene una contradicción que le es intrínseca y que la determina: “la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso”. [Piketty, Thomas. (2015): El capital en el siglo XXI].
¿Qué incidencia podría tener en el desarrollo del mercado interno si las gasolineras fuesen asumidas por el capital privado nacional o por las comunas? ¿Sería posible un repunte de la producción agropecuaria, que según el esquema mixto constitucional, podría ser abordado por: comunas, empresas privadas y empresas estatales, o en diversas combinaciones? Asimismo, ¿cuáles son las iniciativas a emprender en el campo de la amplia gama de los derivados del petróleo?
Si aplicamos el esquema de promover la inversión extranjera en la Faja Petrolífera del Orinoco, Hugo Chávez, con resonante éxito, ¿por qué no hacerlo en la producción del campo o en la industria?
¿Cuáles son las políticas positivas aplicadas desde finales de 2012 hasta ahora? El empuje de la infraestructura, que tiene efecto positivo en la generación de trabajo e incidencia en la economía en su conjunto, así como también, la política salarial, que busca apalancar el consumo, y sostener las misiones sociales aún con la caída de los precios del crudo.
Asumiendo el riesgo que toda esquematización comporta, es menester indicar que la actual situación económica del país no admite demoras en la toma de decisiones. El objetivo a conquistar en materia económica a corto plazo, y en economía el corto plazo no es menor a un año, es abatir la inflación y la escasez.
Todo ello implica: estatizar el comercio exterior; suspender el financiamiento del déficit desde el BCV; unificar el tipo de cambio, dado que mantener tres tipos [6.30 / 12.50 y 200] genera una profunda distorsión en la economía y convierte en inviable cualquier proyecto productivo; entender que la onda especulativa que se ha desatado es un fenómeno distinto a la estructural alta tasa de ganancia del capitalismo rentístico y la sobrevaluación del bolívar.
Además, hay que adicionar que si el déficit del próximo año [2016] es de 13 puntos del Producto Interno Bruto y si está claro que el ingreso petrolero no es suficiente, luce obvio reestructurar la deuda externa, aumentar el absurdo precio de la gasolina, que no cubre ni siquiera su costo de producción, sin que ello signifique llevarlo a niveles del mercado internacional. Aplicar una nueva política fiscal progresiva, que paguen más los que más tienen y menos los que menos tienen.
Debe quedar bien claro que lo único que no haría el gobierno es recortar el presupuesto para las políticas sociales, ni contraer la demanda interna ni reducir significativamente el crédito. Superar la pobreza y mantener el empleo ha sido y sigue siendo una tarea esencial.
El Poder Ejecutivo tiene la facultad constitucional de definir y poner en marcha las políticas fiscal, monetaria y cambiaria, aunque lo deseable es que la Asamblea Nacional, dada la crisis, adopte una conducta de cooperación, y además, que comprenda de una vez que no podrá revertir las conquistas del pueblo, porque toda ley requiere de la aprobación  del Presidente de la República. Podemos vivir un período político en el que exista un equilibrio de fuerzas, de la derecha depende que ese equilibrio sea estable o inestable.
Si las dos fuerzas políticas principales comprenden la  magnitud de la crisis económica en curso, su profundidad y su complejidad, sería posible llegar a una ACUERDO NACIONAL, sobre ámbitos de la política económica en los que se alcancen consensos. Un escenario de consensos requiere de inmensos esfuerzos, de sacrificios –incluso- pero le evitaría al país una CONFRONTACION de incalculables consecuencias.
Es evidente que el problema político venezolano es de alta complejidad. Si el plan de la derecha es el derrocamiento del gobierno a través de un golpe de Estado desde la Asamblea Nacional y/o el desconocimiento del Poder Ejecutivo, del Poder Electoral, del Poder Ciudadano y del Poder Judicial, para el movimiento popular, para el chavismo, la defensa del gobierno, de la democracia y de la Constitución, pasa a ser su prioridad máxima.
No se equivocó Chávez en su discurso de despedida cuando dijo que vendrían tiempos de dificultades, mucho menos cuando trazó la consigna: “unidad, lucha, batalla y victoria”. 

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