Tener un seguro médico no es garantía de tranquilidad para los enfermos en Estados Unidos, el país más caro del mundo en términos de salud, reveló hoy una encuesta de The New York Times.
Según la publicación, el número de estadounidenses sin ese tipo de protección se redujo en 15 millones de personas desde 2013, pero los asegurados a menudo deben pagar cientos o miles de dólares adicionales, que suponen problemas financieros para muchas familias.
"Esta es la manera más segura de disfrutar la tranquilidad de tener un seguro de salud: no te enfermes", expresa el periódico tras realizar un sondeo en el cual el 20 por ciento de los asegurados menores de 65 años afirmó tener problemas para pagar sus cuentas médicas.
Tales vulnerabilidades financieras son un reflejo de los altos costos de la atención sanitaria en los Estados Unidos e indican un cambio sustancial en la naturaleza de los seguros, pues desde finales de los años 90 comenzaron a solicitar a los clientes mayores pagos de sus propios bolsillos.
Entre quienes reportaron tener problemas para costear las cuentas a pesar de contar con esos planes, el 63 por ciento dijo haber agotado la totalidad o la mayor parte de sus ahorros, mientras el 42 por ciento tomó un trabajo extra y un 11 por ciento debió recurrir a la caridad para cubrir parte de los gastos.
Sara Collins, vicepresidente del Commonwealth Fund, un grupo de investigación de la salud, expresó que si bien el país registra un lento crecimiento de los precios de la salud, las personas con seguro enfrentan la tendencia de un costo compartido más alto que hace insuficiente esa protección.
De acuerdo con la encuesta, realizada junto a la organización Kaiser Family Foundation, las facturas médicas pueden provocar profundos sacrificios financieros y personales que afectan el empleo, la capacidad de pagar una hipoteca e, incluso, de comprar comida.
Para ejemplificar la complejidad de esa situación, el diario se refiere al caso de Randy Farris, un trabajador de una fábrica de Minnesota que desde hace tres años necesita un reemplazo de rodilla por el cual debe pagar cuatro mil dólares en efectivo, además del desembolso del seguro.
Farris no acudió al doctor desde ese diagnóstico para no acumular más deudas médicas, pues los ahorros de su esposa se habían acabado años antes, cuando los usó para pagar las cuentas del hospital luego de que ella falleciera de cáncer.
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