Carlos Mendoza Pottellá
En Los cuentos del Arañero, narra Chávez su reencuentro con un campesino: “Entonces él muy alegre me dice: “Hugo, te doy las gracias”. “¿Por qué?” “No, ya yo me arreglé”. “¿Qué es eso, qué significa?”
“Bueno, el tractor que me prestaste.” Yo no se lo presté, se lo prestó el gobierno revolucionario, yo ni sabía que a él le habían prestado un tractor a crédito. Ahí me detengo, lo agarro por el hombro y le pregunto: “¿Qué es lo que has hecho con el tractor?, ¿cuántas hectáreas has sembrado?” “No, yo ahora no siembro, chico. Ahora lo que hago es alquilar el tractor y me he ganado ya como veinte millones de bolívares, compré una casa nueva, ahora soy rico”. Fíjense la parte de la conciencia, él cree que eso es bueno. Yo lo regañé y le dije: “Tú eres un…”. Bueno no voy a decir la palabra. “¿Cómo tú vas a hacer eso?” Estaba explotando a sus hermanos porque tenía un tractor. Lo mismo que a él le hicieron durante mucho tiempo los dueños de la máquina, que le alquilaban el tractor y le quitaban un ojo de la cara, y todo el dinero, toda la ganancia se la llevaba el dueño de la máquina. Y esos campesinos trabajando toda la vida y nunca salieron de la miseria, esa es la verdad, ese es el capitalismo, esa es la perversión del capitalismo”.
Luis Britto García, “Regalos sin Navidad” en www.eljoropo.com, diciembre 2015.
Ante la necesidad de aportar una explicación a la derrota electoral bolivariana, el Profesor Britto García apela a la anterior cita de Los Cuentos del Arañero. Debo decir que esas consideraciones me llevan a colegir que tanto el citado como el que cita subestiman el peso de 500 años de racionalidad económica capitalista y la evidente circunstancia de que en estos 16 años de intento de construcción de un socialismo renovado, del Siglo XXI, el mensaje redentor, de conciencia y justicia social, de solidaridad y de todos los valores que se asocian al pensamiento socialista a ha sido superado con creces por la cultura del emprendimiento individual y egoísta, promovida cada día con mayor intensidad y novedosos medios de manipulación de la conciencia colectiva.
Lo peor es que a esa superación han contribuido muchos de los pretendidos constructores socialistas, la mayoría por ignorancia y no pocos por malicia y aplicación, precisamente, de la racionalidad capitalista imperante en el entorno para el beneficio personal.
El dictum neoliberal según el cual no hay otro mecanismo más eficiente que el mercado para la asignación de los recursos escasos no ha podido ser desmentido por una planificación pretendidamente socialista que intenta eludir las complejidades de la realidad y dar saltos en el vacío, a menudo haciendo aguas en escenarios de pajaritos preñados, como es evidente en nuestra industria petrolera, que lleva 10 años programando incrementos de la producción hasta 6 millones de barriles diarios, mientras que presenta desde entonces una real declinación anual de ese indicador. Mucho menos posibilidades tienen los sueños preindustriales con el conuco como modelo de organización de la producción rural.
Para los creadores del pensamiento socialista contemporáneo, desde hace más de siglo y medio, la construcción del socialismo pasa por la superación del capitalismo, por el desarrollo de las fuerzas productivas y la conciencia del poder de las clases trabajadoras. Muchas cosas han sucedido desde entonces, entre ellas los fracasos de esa construcción en sociedades preindustriales, pero los sueños con una sociedad más justa que el capitalismo depredador, el cual concentra las riquezas de la humanidad en un ínfimo porcentaje de ella, continúan inalterables y vigentes.
Por todo ello, la consolidación de una ética y pensamiento socialistas sigue siendo una tarea por cumplir para quienes seguimos sosteniendo esos ideales. Pero, por eso mismo, por ser una tarea pendiente, no cumplida y muy lejos de serlo dado el comportamiento de los que se proclaman socialistas, no podemos cargar las culpas de la inexistencia de esa ética y pensamiento sobre los agentes económicos activos, compelidos a actuar según la racionalidad vigente, so pena de ser aplastados por las fuerzas del mercado.
Volviendo a la cita que encabeza este artículo, podemos analizar unas hipotéticas circunstancias del beneficiario del tractor:
Siendo propietario de una parcela de 10 hectáreas, se encuentra en posesión de un medio de producción suficiente para trabajar 100 hectáreas. ¿Qué debe hacer después de preparar su parcela, teniendo disponible el 90 por ciento de la capacidad de esa maquinaria? La respuesta es obvia, si en su vecindario hay otros productores que no poseen ese recurso. No se trata, simplemente, del afán de lucro y explotación, o de que a la oportunidad la pintan calva. Es, en términos de cualquier economista, utilización eficiente del recurso.
En este caso, la asignación ineficiente fue hecha por el Estado. Si se quería evitar la explotación de unos sobre otros, ha debido hacerse una asignación colectiva, evaluando los requerimientos generales. Y aquí entramos en uno de los nudos gordianos de la cuestión: ¿Con cuáles criterios de eficiencia, justicia y oportunidad se realiza esa asignación? ¿Cuál es la incidencia de métodos corruptos y clientelares en ese proceso?
Otro aspecto de la cuestión es que, en un espacio socioeconómico en el que privan los valores capitalistas, la búsqueda del lucro, en sí misma y mientras no transgreda las leyes vigentes, no es un delito punible aunque pueda ser poco presentable entre promotores del socialismo. Y ese comportamiento es más difícil de objetar en un ambiente en el que cualquier trámite, permiso, alcabala, entrada o constancia se convierte en una oportunidad para el lucro ilegal de personeros del Estado en todas sus instancias. Los ejemplos sobran, como cuando se escuchan testimonios sobre el costo efectivo de la asignación en usufructo de una vivienda supuestamente gratuita.
La ética comercial capitalista está en el ambiente, rezuma por todos los poros de esta sociedad, la ética socialista tiene que ser promovida, justificada por la acción ejemplar de sus promotores y de hecho, impuesta por medios coercitivos antes de convertirse en conciencia social.
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