La designación de Luis Salas Rodríguez como ministro de Economía de Venezuela ha puesto a temblar a la burguesía comercial-importadora, a los economistas tradicionales que le dan soporte conceptual y académico a sus actuaciones y a sus operadores políticos agrupados en la llamada Mesa de la Unidad (MUD).
Apenas realizado el anuncio la noche del miércoles 06 de enero por el presidente Nicolás Maduro, se iniciaron los ataques para descalificarlo por el hecho de asumir posturas de izquierda y acusarlo de radical.
Estos ataques están motivados por el temor que les produce la capacidad argumentativa del docente universitario para demostrar que efectivamente estamos frente a un escenario de “guerra económica” impulsada por el sector empresarial, sus señalamientos críticos a los errores y omisiones de la gestión gubernamental en materia económica y la identificación de mecanismos concretos que permitan superar la ofensiva de la burguesía y devolverle la esperanza al pueblo.
Así el expresidente de Fedecámaras, Jorge Roig, dijo que no es nada “esperanzador para la economía el currículum de Luis Salas” y que “la economía del país no tiene esperanza de mejorar”.
Mientras que el economista Asdrúbal Oliveros afirmó que la designación de Salas era preocupante, y el diputado Julio Borges, por su lado, aseguró que es de “muy mal augurio que sigan culpando a la guerra económica”, en alusión a lo escrito por el experto que dirige el programa de formación de economistas de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).
Lo cierto es que las objeciones a la visión de Salas están ancladas en la noción ineludible de que una alternativa al mercado no es posible, y a la descalificación automática de quien asome esa posibilidad. O si no en la mera descalificación personal, incluyendo el uso de expresiones racistas.
Una revisión detenida del trabajo de Salas puede contribuir con la comprensión del temor que se ha desatado entre los actores políticos y económicos que han dependido históricamente de la transferencia de divisas obtenidas por la venta del petróleo.
1.- Las cosas por su nombre
Salas Rodríguez llama a las cosas y a los procesos en materia económica por su nombre, o mejor dicho por lo que implica. Por eso llama especulación, usura y acaparamiento a lo que desde la perspectiva empresarial definen como inflación y escasez.
Es decir, despoja de su máscara de ideología (presentada como conocimiento científico) las categorías o conceptos con los que la burguesía pretende justificar sus actuaciones para apoderarse de la riqueza de los trabajadores o de las capas menos fuertes del empresariado.
Así, por ejemplo, el problema del aumento de los precios no puede definirse como un proceso accidental y no intencional que denominan inflación, sino que es consecuencia de las relaciones en medio de las cuales se produce, que “en el caso de las economías capitalistas están mediadas por el afán de lucro individual a través de la explotación del otro”, según explica en el folleto 22 claves para comprender y combatir la guerra económica.
Esto significa que los precios no están determinados por el azar ni por la llamada “mano invisible del mercado”, sino por las decisiones que toman los productores y comercializadores “tácita o concertadamente en perjuicio de los consumidores”.
De allí que la llamada “inflación se usa como herramienta de lucha política para presionar a gobiernos, imponer intereses o simple y llanamente conspirar desesperando a la población, desmoralizándola y atizando el odio al confrontarla entre ella. Por este motivo, en los casos en que se le utiliza abiertamente como herramienta de lucha política su correlato es la “escasez”: tal es la condición necesaria para imponer la lógica de la sobrevivencia del más fuerte, que en este caso
se expresa a través del que tiene más plata al momento para comprar o del que llega más rápido y se lleva toda la existencia, en una especie de saqueo organizado.”
De ese modo, a través de la manipulación y el sabotaje de los medios económicos se crean las condiciones para empujar a la población “a competir por los bienes escaseados, lógica tanto más
perversa en cuanto la persona es de hecho comprometida u honesta. Si no es este último el caso, se suma sin conflicto moral y busca aprovecharse de la situación. Pero si la persona no es indolente, tiene sentido ético, compromiso político o es solidaria, la guerra económica persigue primero rebajarla al nivel de predador o presa, la coloca ante la disyuntiva de ser especuladora o especulada, “viva” o “pendeja”.
Una lectura reflexiva de esta frase confirma que efectivamente estamos ante un proceso deliberado de confrontación con el fin de desmovilizar y corromper a grandes capas de la población: “los ingenieros de la guerra económica conciben la sociedad como una manada de potenciales salvajes que cuando las cosas se tuercen un poquito, se atacarán entre ellos. Es la teoría de la pelea de perros aplicada a la economía”.
Y así como se develan estos procesos y se desnuda el carácter encubridor de nombres y definiciones, la protección conceptual de la que goza la explotación del trabajo ajeno y la apropiación de la riqueza social se derrumba y se abre la posibilidad concreta de destruir el modelo de relaciones de producción. Y es a eso, justamente, a lo que temen.
Ese ejercicio de descubrir la manipulación lo hace Salas con otros paradigmas de la economía política de la burguesía. En tal sentido sus trabajos derriban otras ideas como el supuesto carácter negativo de los controles del Estado, o que la inflación es consecuencia del exceso de liquidez, o que las normas de la ley del trabajo perjudican a los trabajadores.
Todo eso lo hace con una inédita competencia didáctica y argumentativa que sin duda pone en riesgo el control derivado del “saber científico” sobre los procesos productivos.
2.- La crítica del pragmatismo
Luis Salas también ha adoptado una postura crítica hacia las debilidades, inconsistencias y omisiones de la política económica. Esto ha apuntado a ciertos sectores dentro del chavismo que conciben que “la única manera de salvar la Revolución es sacrificando todas aquellas cosas que la hicieron tal, la única manera de luchar contra el capitalismo y los poderes imperiales es cediendo ante sus exigencias y condiciones”, según lo refleja uno de los textos de las 22 claves.
Así, durante el llamado congreso económico del PSUV realizado el pasado 15 de diciembre, su postura se diferenció de quienes afirmaban que no existía una guerra económica, tal como lo reveló el propio presidente Nicolás Maduro en su discurso conmemorativo de la muerte del Libertador Simón Bolívar, en el Panteón Nacional. “Se atreven a decir que en Venezuela no ha habido guerra económica, lo leí. Hasta allí llega la confusión”, precisó.
Pocos días después Salas volvía a advertir sobre el hecho anormal de “que dentro de las filas del chavismo y la izquierda haya quienes defienden estas mismas posturas” neoliberales para salir de la crisis, aunque con argumentos “de orden pragmático y realista, sobre la necesidad de flexibilizar tal o cual cosa o hacer tal o cual concesión para calmar los espíritus animales de los especuladores y bajarle dos a los tambores de la guerra económica”, explicaba en su blog Sur-versión el 22 de diciembre.
En tal sentido advertía “que las propuestas convencionales de política económica blandidas como parte de una estrategia pragmática o realista de abordar las tensiones derivadas de lo anterior, no son una novedad y se han aplicado en mayor o menor medida en distintos países en los últimos años no solo sin resultados positivos, sino incluso sirviendo para empeorar los cuadros”.
En el documento presentado en el Congreso Económico del PSUV, el 15 de diciembre, advirtió sobre el plan de la derecha para presionar al gobierno del presidente Nicolás Maduro, para que sea este quien tome las medidas neoliberales de choque que exige el empresariado y el capital transnacional, y así no tener que pagar el costo político asociado.
Sin duda, a estas alturas, esa posibilidad ha sido abortado, tras ser develada, lo que se convierte en una razón adicional para el duro cuestionamiento activado contra el ministro.
3.- Lo concreto como utopía
Y finalmente, Salas ha rescatado desde lo concreto la esperanza de superar la crisis y recuperar a Venezuela de los daños causados por la guerra económica. Así lo ha perfilado en su más reciente texto publicado el 2 de enero pasado.
Entre esos elementos ligados con lo real, el designado jefe de la política económica ha planteado tareas como la democratización económica, la comunalización de la producción y la distribución, el gobierno económico junto al pueblo, la transparencia radical en el manejo de los recursos públicos, y el rescate del bolívar como premisa y signo de soberanía, lo que contemplaría “incentivos claros para el ahorro en bolívares de la clase media y popular”.
Esto implica una aproximación a soluciones desde la comprensión de cada proceso, desarrollada por sus actores, tanto productores como consumidores, como única alternativa para superar el impacto de la ofensiva de los sectores del capital transnacional y la gran burguesía parasitaria.
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