Javier Calderón Castillo
CELAG
Ninguna negociación de paz es ajena a los latigazos de la coyuntura económica y menos a las corralejas de la geopolítica. La crisis económica global impacta a Colombia con toda su fuerza, las decisiones librecambistas -in extreme- usadas como dogma por los chicagos boys criollos, han generado un deterioro creciente de las condiciones laborales de los trabajadores y sobre todo han sido un fracaso para el país, al punto que hoy impactan negativamente al gobierno de J.M. Santos y con él a todas sus políticas, incluido lastimosamente al proceso de paz.
Standard&Poors acaba de rebajar la calificación del riesgo país para Colombia, por su perspectiva negativa sobre la economía nacional. Esto no es un dato relevante sino se tiene en cuenta el mensaje geopolítico que trae implícito: Estados Unidos y sus aliados permitieron publicar estas calificaciones que evidencian el tamaño de la crisis, so pena de fragilizar a un gobierno obsecuente con ellos como el de Santos.
Colombia es petróleo-dependiente, aunque critique con fiereza a sus vecinos venezolanos, según la revista Dinero.com[i]. El 58% de las exportaciones colombianas son de combustibles fósiles, que reportaron una disminución del 60% de los recursos ingresados a la nación, producto de la fuerte caída de los precios mundiales del crudo. Tan sólo el 2,9% del total de exportaciones colombianas son de otros bienes, que en el 2015 no subieron con las condiciones generadas por la gran devaluación de la tasa de cambio que llegó al 43% (pasó de 2.200 pesos por dólar a 3.300 pesos por dólar). En general, las exportaciones de bienes no combustibles disminuyeron el 10,7% sumado a la disminución de los ingresos por concepto de petróleo, gas y carbón, razón por la cual el gobierno tuvo que ajustar el presupuesto nacional en un 3%, lo que seguro se verá reflejado en más desempleo y mayor informalidad[ii]. Situación que echa por el suelo los anuncios oficiales de “bonanza” con los cuales defendió los TLC con EE.UU., la UE, Chile, Costa Rica, Corea del Sur, entre tantos otros. Al contrario, la informalidad laboral aumentó, el salario se destruyó por la flexibilización laboral y la tasa de cambio acabó con el salario. Neoliberalismo puro y duro.
A estos datos de la economía nacional se suman las noticias de las muertes de al menos 14.000 niños/as de la etnia Wayuu a causa de desnutrición[iii], y la reciente decisión gubernamental de vender la última gran empresa nacional –ISAGEN- que es la de mayor generación de energía y era la que permitía mayores dividendos para la nación. Una crisis profunda que está sufriendo de metástasis, producto de la crónica y extendida corrupción que se ha tomado la Policía Nacional y a la mayoría de entidades estatales.
La consecuencia de todo este panorama es el debilitamiento de Santos en el propio bloque de poder: los ‘Santistas’ vienen perdiendo terreno con aquellos que siguen atizando la guerra liderados por Uribe y sus cortesanos. La extrema derecha está tratando de canalizar esta situación, de la cual es también responsable, para embarrar la cancha de la paz, demandar a los ministros de Santos y mostrar, con mucho cinismo y tenebrosidad, que sin su consentimiento no se podrán implementar los acuerdos, incluso anunciando una protesta en contra de los diálogos para el próximo 2 de abril.
El desprestigio del gobierno, al que se le nota errático y arrogante, lo ha llevado, en las últimas semanas, a plantear posturas contradictorias en aspectos cruciales de la negociación de paz, anunciando acciones unilaterales como el plebiscito para refrendar los acuerdos, en vez de esperar un arreglo con la contraparte que está pidiendo una Constituyente o una refrendación vinculante y blindada que le genere la seguridad de que no les engañarán.
El plebiscito es una acción electoral que pretende refrescar a Santos y su equipo de gobierno, que se notan desesperados por la crisis económica, aunque resquebraja la confianza con que venían avanzando los diálogos. En tal sentido, serán muchos los esfuerzos que tendrán que hacer las partes para mostrar al país un acuerdo de paz que sea política de Estado, y que no quede aprisionado por el gobierno para resolver la crisis económica que se vive producto del neoliberalismo que se resiste a cambiar. Una postura intermedia entre Plebiscito y Constituyente es posible, aunque depende del margen de fuerza que tenga la coalición de gobierno y la fuerza del propio movimiento social y popular que respalda el proceso de paz.
Si este punto se resuelve en la Habana, significa que Santos está dispuesto a jugarse los restos para avanzar hacía un escenario de implementación y posacuerdo consensuado y a iniciar de una vez la negociación con el ELN. Ojalá también se convenza de los cambios sociales y económicos que requiere el país, porque en las actuales circunstancias el posacuerdo tendrá como escenario un creciente conflicto social por cuenta de los nefastos efectos del neoliberalismo que aquí mencionamos. Con la llegada de la democracia en el posacuerdo, las compuertas de la protesta social y los cambios tomarán una entusiasta fuerza que seguro impactará a toda Latinoamérica.
Por eso quizás el propio presidente Barack Obama, aprovechará para no perderse de esta histórica foto que coincide con su visita a la Habana el próximo 22 y 23 de marzo. Sin dudas la isla de la dignidad se ha convertido en la capital global de la paz y la justicia social.
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