Todo México quedó sorprendido cuando se enteró de la captura de Miguel Ángel Treviño Morales el jefe de uno de los más violentos carteles del crimen organizado Los Zetas.
Lo raro es que la noticia llegó por medio de un periódico estadounidense The Dallas Morning News y no por los medios de comunicación locales. Así funciona la distribución de las noticias en el mundo globalizado. Primero, se informa a las grandes transnacionales sobre los acontecimientos locales, las que posteriormente retransmiten la información “ordenada” de acuerdo a las necesidades e intereses globales, a lo que se llama la “periferia”, es decir el lugar del acontecimiento.

La confirmación oficial de la captura llegó unas cinco horas después de que el periódico texano The Dallas Morning News la difundiera. También hay algo extraño en la forma de su detención. El mismo “Comandante Fourty” aseguró en varias ocasiones a sus asociados que jamás se rendiría vivo: “me capturarán muerto, pero jamás vivo”. Sucedió lo contrario. La detención se llevó a cabo en la madrugada del pasado 15 de julio a 27 kilómetros al suroeste de Nuevo Laredo, estado de Tamaulipas sin un solo disparo. En la camioneta en que viajaba EL Z-40 estaban sus dos guardaespaldas llevando ocho armas sofisticadas de largo alcance, 500 cartuchos de municiones y dos millones de dólares. No hubo resistencia sino una rendición pacífica. También era extraño que el narcotraficante más sanguinario de México, al momento de ser trasladado a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de la Delincuencia Organizada no tuviera esposas y entró en la SEIDO caminando altivamente al lado de un militar que ni siquiera lo estaba sujetando de brazo, como se hace habitualmente en estos casos inclusive con los detenidos esposados.

El autor del libro, “La Parábola de Pablo”, el investigador social Alfonso Salazar J. escribió que el narcotráfico “es un negocio de alto relievo en el que se puede derrotar a los narcotraficantes pero no al narcotráfico. Siempre hay dispuesta una nueva generación para reemplazar a los capos que han sido muertos o han sido detenidos”. También en mayo de 2012, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, Charles Jacoby declaró que aunque México ha capturado o matado 22 de 37 de sus más buscados capos, “su eliminación no ha tenido ningún efecto apreciable positivo en reducir la violencia generada por el tráfico de drogas”.

No hay que olvidar, que a pesar de que Los Zetas son uno de los principales carteles mexicanos y también el más sanguinario de los existentes (tienen por costumbre cortar las cabezas de sus víctimas entre otras maldades) que controla casi todos los estados costeros del este del país y que hasta tiene sus ramificaciones en Guatemala, en México existen al menos siete carteles principales: Los Zetas, Cartel Pacífico Sur, Cartel Sinaloa, Cartel de Juárez, Cartel del Golfo, Cartel de Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios. También allí operan 20 bandas y grupos locales. La formación de los carteles comenzó en los años 1970 con el advenimiento del neoliberalismo y su política de la privatización de la propiedad nacional, la apertura indiscriminada de mercados, la desregulación económica y el aniquilamiento de derechos sociales y sindicales. La firma del tratado de libre comercio con Canadá y Estados Unidos (NAFTA) agudizó la situación económica de millones de mexicanos, especialmente en el campo donde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) aceleró el proceso de destrucción del sistema de ejidos, obligando a los campesinos abandonar sus terruños y convertirse en trabajadores indocumentados en Norteamérica en el mejor de los casos.
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Mientras la memoria es proclive al olvido, los documentos publicados por The Washington Post, USA Today en 2004 nos recuerdan cómo en noviembre de aquel año, debido a la corrupción generalizada en México, unos 160 más relevantes fiscales e investigadores empezaron a recibir implantes de Microchips en los brazos para acceder a las áreas restringidas en el interior del Ministerio de Justicia. Ni esta medida ayudó a combatir el crimen organizado. Se calcula que los carteles tienen a su servicio unos 100,000 hombres armados, la mayoría exsoldados y de preferencia comandos. De acuerdo a los estudios de las Naciones Unidas, alrededor del 60 por ciento de los municipios de México están penetrados o controlados por uno de los carteles.
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En estimación de Juárez Franco, durante la gestión del actual presidente Enrique Peña Nieto la violencia no ha bajado y actualmente ocurren 34 asesinatos por día sin que el Estado sea capaz de elaborar un plan estructural y no solamente institucional para combatir el crimen organizado y garantizar la seguridad ciudadana. Todo queda en retórica y promesas, la opinión general es que no hay ningún intento bien pensado y estructurado para retornar el país al sendero de la paz y tranquilidad. El potencial económico de México lo permite hacer, faltan la voluntad del gobierno y la decisión del pueblo.
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