Sobre el porvenir del socialismo y las posibilidades de funcionamiento de una sociedad igualitaria ha conferenciado el economista, docente e investigador argentino, Claudio Katz, en la Universidad de Verano de Socialismo 21.
El autor de “El porvenir del socialismo”, “Las disyuntivas de la izquierda en América Latina” y “La economía marxista hoy. Seis debates teóricos” ha concluido que debe considerarse el socialismo como “un proyecto a largo plazo, de generaciones y centurias; por eso hablamos de socialismo del siglo XX o del siglo XXI”. Ahora bien, “hemos de iniciarlo cuando se presente la menor oportunidad”.
¿Debe renunciar la izquierda a la utilización del término “socialismo” tras la debacle de la Unión Soviética? A juicio de Claudio Katz, “esto sería un error muy grave; algo parecido a renunciar a la palabra “democracia” porque Bush la degrade con el fin de invadir Irak”. Además, insiste, “puede que la experiencia soviética quede, al final, como precedente de la gesta humana por acceder a la igualdad económica y social”. Y por otra razón: el socialismo vuelve hoy a estar en auge ante el descrédito del neoliberalismo y porque deviene una necesidad para los sujetos populares. No hay más que ver, subraya el economista argentino, las batallas del movimiento social en Perú frente a la minería; las protestas de los universitarios en Chile; las movilizaciones acaecidas en Brasil (las mayores de las últimas décadas y las batallas planteadas en la periferia europea y el mundo árabe. “Una onda de resistencia al neoliberalismo que va mucho más allá de la que tuvo lugar hace una década con el altermundismo y los foros sociales”, concluye Katz.

En las décadas de los 70 y los 80 del siglo XX la idea del socialismo, vinculada a un imaginario de emancipación, era aún muy popular. Incontables partidos y movimientos se reclamaban como socialistas. Pero en los 90, de la mano de la implosión de la URSS y el bloque del este, tiene lugar “el gran desencanto”. “Un gran pesimismo respecto a la factibilidad del socialismo”, insiste Katz. Otra gran lección histórica para el presente: “La caída de la URSS le quitó el miedo a la burguesía; el capitalismo recuperó la confianza y los mecanismos brutales de dominación”, subraya el economista. Así, se generalizaron las aventuras financieras, la liquidación del “estado del bienestar” europeo, la precariedad laboral y el ensanchamiento de las brechas sociales.

Otra crítica habitual consiste en reducir el socialismo a mero principio moral, a recluirlo en tertulias y cafés porque, siguiendo el argumento, económicamente habría fallado en su competencia con el capitalismo. En pocas palabras, Estados Unidos infligió una derrota económica a la Unión Soviética. Sin embargo, pasados los años y la guerra fría, es posible introducir mayor hondura reflexiva y ver que se trata de realidades incomparables, afirma Claudio Katz. Rusia era, a principios del siglo XX, una potencia semiperiférica que no formaba parte de la élite de países desarrollados; en ese mismo periodo, Estados Unidos ya se erigía como primera potencia capitalista del mundo. En términos de PIB e indicadores de desarrollo humano, podría establecerse la comparanza entre Rusia y Turquía, o entre la Europa del Este y los países de América Latina; o entre China e India. Pero, por su nivel de desarrollo, Alemania, Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos no tendrían su contraejemplo en los países socialistas.

En un escenario como el actual de crecientes convulsiones populares, ¿dónde buscar los referentes para la construcción del socialismo? Claudio Katz dirige la primera mirada hacia China para evaluar lo que allí ocurre. El final de la historia está por escribir, opina. Cierto es que entre 1978 y 1992 se introdujo el mercado en la economía pública (sobre todo en el agro), pero de modo compatible con el socialismo (algo similar a la “Nueva Política Económica” impulsada por Lenin en los años 20 del pasado siglo); pero a partir de 1992 comienzan las privatizaciones a gran escala en China, se constituye una clase capitalista con elementos entre las clases dirigentes y se producen escandalosos niveles de explotación laboral y desigualdad.

Otra posibilidad (el segundo modelo) es proponer etapas transitorias hasta la llegada final del socialismo. En una etapa intermedia, algunos autores apuestan por un capitalismo socialdemócrata, y neodesarrollista en países de la periferia, con una fuerte intervención estatal que permita acumular fuerzas para esta transición. Sin embargo, Claudio Katz explica que la intervención estatal no garantiza la construcción del socialismo (véase en los países capitalistas cómo el desarrollo de la industria militar depende del gasto público). El economista añade que las burocracias estatales comparten intereses con las clases dominantes y que, por lo demás, existe un riesgo real de que el modelo se “solidifique” y la meta del socialismo se aleje.

Una quinta opción, que defiende el investigador argentino, consiste en comenzar la transición al socialismo allí donde realmente se den las condiciones. Sin esperar al advenimiento de quiméricas coyunturas ni ilusorios contextos. Como demuestran varios ejemplos en América Latina, el primer paso son las batallas electorales para acceder al gobierno, en paralelo a la construcción de poder popular (en fábricas, mediante cooperativas, etc.). Conquistado el gobierno, resulta esencial radicalizar los procesos con el fin de gestar una verdadera democracia socialista. Alerta Claudio Katz contra la repetición de errores del pasado: “No debemos construir un área estatal diferenciada de la sociedad, como sucedió en la URSS; al contrario, se trata de aumentar la esfera pública”. ¿Y en cuanto al mercado? “Habrá que reducirlo poco a poco pues no se puede acotar por decreto; pero no debería operar el mercado en las ramas estratégicas de la economía”. Este modelo es una posibilidad abierta en Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
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