Juan Carlos Parisca Pérez
En la reciente VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá del 10 al 11 de abril de
2015, ocurrieron hechos que tienen antecedentes directos en el pasado, que señalan
cuánta razón tenía Fidel Castro quien llamó a la Organización de Estados Americanos OEA
“Ministerio de Colonias de los Estados Unidos”. Ni esta organización ni el imperialismo
norteamericano han cambiado. No así los pueblos de América Latina y el Caribe, como
quedó demostrado con el rechazo en la Cumbre 33 a 2 del decreto injerencista contra
Venezuela, National Security Strategy February 2015, (Estrategia de Seguridad Nacional
Febrero 2015), emanado del gobierno de los Estados Unidos, firmado por el Presidente
Los eventos ocurridos en 1954, 1961 y 2015, guardan rasgos esenciales para comprender
cuanto y cuan poco ha cambiado nuestra América, en ese lapso.
El 8 de agosto de 1961, hace 54 años, se reunió en Punta del Este, Uruguay, la quinta
sesión plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA. Era
representante de Cuba el comandante Ernesto Guevara, el Che, quién denuncia entre
otras cosas, la política del Presidente John F. Kennedy, descrita en un documento
entregado por los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, proveniente del
portafolio del embajador puertorriqueño de los Estados Unidos en Venezuela, Teodoro
Moscoso, quién se había presentado días antes a la Universidad buscando ingenuamente
hacerse el “simpático”. Entró por la Facultad de Arquitectura, entonces la más derechista
de la UCV y se fue a las oficinas del decano, situada en el último piso del hermoso edificio,
última obra del Maestro Villanueva. Los estudiantes se dieron cuenta y rodearon el carro
del embajador, un Cadillac negro enorme, parado solo frente al edificio. Lo abrieron y
encontraron el portafolio, que contenía un documento proveniente del Departamento de
Estado, donde describía la política de Kennedy para la América Latina. La célebre Alianza
para el Progreso. Moscoso salió de la Universidad escoltado por el Rector Francisco De
Venanzi, pero el portafolio se quedó con los estudiantes. Escasos cinco meses después, el
31 de enero de 1962, Cuba era expulsada de la OEA, con la actitud complaciente de varios
países de América Latina, entre ellos Venezuela, entonces presidida por Rómulo
Betancourt. Otros países, sin embargo, mantuvieron actitudes dignas. La resolución
obtuvo catorce votos a favor y los votos en contra de México y de la propia Cuba, con la
abstención de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador. Como no recordar la posición del
canciller venezolano, Dr. Ignacio Luis Arcaya, quién se negó a firmar la declaración final,
siendo destituido por Betancourt antes de terminar la asamblea. Como no comparar
cincuenta y tres años después, los resultados de las dos políticas enfrentadas entonces, la
fracasada Alianza para el Progreso, supuestamente destinada a favorecer
económicamente a los países latinoamericanos, con la de la Cuba de hoy, de nuevo en el
sistema interamericano, erguida orgullosamente después de una larga ausencia y de un
En la X Conferencia Interamericana de la OEA, celebrada en Caracas en 1954, hace sesenta
y un años, en la entonces recientemente inaugurada Aula Magna de la Ciudad
Universitaria, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Foster Dulles, se
presentó con el propósito de “torcer el brazo” a los países miembros de la OEA, invocando
al mismo Bolívar, a la preocupación del entonces Presidente de los Estados Unidos,
General Dwight Eisenhower, por el bienestar económico de América Latina y la “creciente
amenaza para la paz por el avance del comunismo internacional”. El propósito de Dulles
era obtener una declaración que rechazara al “comunismo” en general, con el propósito
particular de obtener la condena del gobierno de Guatemala, encabezado por el entonces
Presidente Jacobo Arbenz, que había aprobado una reforma agraria liberando las tierras
improductivas para devolvérselas al pueblo maya. Afectaba las haciendas de la United
Fruit Co. empresa bananera uno de cuyos accionistas era el propio Embajador Dulles,
quién se retiró de la Conferencia apenas logró, por escasa mayoría, la aprobación de la
declaración que permitió a Estados Unidos ordenar la invasión a Guatemala para el
derrocamiento del gobierno constitucional de Arbenz. Dulles, con enorme arrogancia, se
retiró de la Conferencia apenas obtuvo su declaración. Poco tiempo después Arbenz salió
del gobierno, cuando una fuerza apoyada por los norteamericanos, cruzaba la frontera.
El mismo estilo descortés de Dulles entonces, comparado con el reciente del Presidente
Obama, cuando se levanta antes del cierre de la sesión, para retirarse sin asistir a las
juan.parisca@sigoweb.com
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