INTERESANTES LAS REFLEXIONES DE ESTE ARTICULO.
Aun así recurren a la pancarta mal pintada de líder social llamada “Chúo” Torrealba, que en el contexto de guerra privada contra Venezuela funge como legitimador ciudadano/civil/"popular" para renovar la preparación del pasticho de Puente Llaguno: la carne molida comienza a adobarse con altas dosis de caos, alarma y desesperación. Sin dejar por fuera de la receta el saborizador esencial que consiste en demonizar y hamponizar el acumulado organizativo e histórico del chavismo.
A modo de introducción
Para la aprobación de las 49 leyes del Comandante (Hidrocarburos y Tierras), los partidos políticos andaban recuperándose aún del carajazo propinado en el año 98. El MAS pidiendo una Constituyente "mucho más democrática", Acción Democrática buscando lobby para una Junta Médica que decretara la incapacidad mental del Presidente, y el combo de Primero Justicia, siempre apegado a sus lazos católicos y neo-nazis, haciendo documentos con el Ugalde para exigirle a Chávez que reculara.
Pedro Carmona sin mucho margen de maniobra ante la situación, sumada a la poca capacidad de respuesta unitaria por parte de los partidos de oposición, recurre al recién electo Carlos Ortega y lo coloca como protagonista de la sociedad civil. Luego de allí vendría el Paro Cívico con el soporte ciudadano bien plantado: el imaginario adeco, personificado en el sindicalero de voz áspera y de presencia escoñetada, va consumando el arrastre de los que recuerdan con ansias la vuelta de los líderes del pasado.
Los partidos políticos pasan a un segundo plano y se configura el plano organizativo de la conspiración que iniciaba. La pareja Carmona-Ortega garantizaba la concreción de la unidad nacional que, a su vez, mataba dos pájaros de un tiro: presión empresarial por un lado (sumada, obviamente, la plana mayor meritocrática de Pdvsa) y presión "popular, civil y democrática" por otro.
El 6 de marzo del año 2002 sucede un evento que, por sí solo, arroja un dato elemental para entender la reinvención del ahora con arreglo al pasado golpista. En la Universidad Católica Andrés Bello, teniendo a Ugalde como dispensador de agua bendita, Carmona y Ortega firman el Acuerdo Nacional para decirle a Chávez que cambiara su alto mando ministerial. Se ve clarito cómo las instituciones más retrógradas y atrasadas de la historia venezolana (la iglesia católica, el empresariado rentístico y el sindicalismo mafioso) son las que dan el paso al frente, descargando toda su fuerza reaccionaria en las calles el 11-A y en el paro petrolero-empresarial de finales del mismo año.
"Con una coordinadora me conformo": Chúo Torrealba
La Coordinadora Democrática, al igual que la MUD, fue un intento para darle mayor civilidad, si es que acaso esa mierda existe, a la partidocracia venezolana.
Semejante aparato de propaganda de guerra sumaba partidos políticos, ONG y cualquier otro experimento sociopolítico conspirador en el marco de la ciudadanía. Recordemos que Primero Justicia viene de ser una Asociación Civil y Maricori de una ONG. Los primeros esperan atrás, los segundos son los que asumen la primera línea de batalla en el arte del engaño y desinformación.
Estos conatos conspirativos son el corazón vivo de la propaganda, la base productora de sentimientos y emociones civiles que están por fuera, supuestamente, de la diatriba política hasta que aparece su verdadera cara fascista, reaccionaria y mercenaria.
Radar de los Barrios de Chúo es el ejemplo vivo de esto: se legaliza como Asociación Civil, se disfrazan de labor comunitaria y en el tiempo dejan el tóxico discursivo de la contra. Activan en los resquicios del Estado de Derecho (que permite la proliferación de estas aberraciones) y se meten en los barrios haciendo el trabajo de hormiguita mercenaria: van convenciendo, organizando, formando (acompañados por la empresa privada) y activando la reacción, mezclando lo que logran sacar de las comunidades con paracos entrenados.
Carlos Ortega, al igual que Chúo, insurgió –en los picos de la guerra– para apalancar la reacción y la demonización del pobre organizado en el chavismo. El discurso ciudadano y "popular" va definiendo al pueblo como ficción y a la clase media como ejecutante vía guarimba.
Sembrar la duda y generar confusión en primera instancia, para luego con mayor resorte narrar la supuesta lumpenización del chavismo como una enfermedad
¿Por qué los tiempos de "recomposición" de la MUD son casi exactos? ¿Por qué "Chúo" llega y al ratico matan al camarada Serra? ¿Por qué el trabajo cosmético estaba tan bien elaborado antes que agarrara fuego el contexto político?
Faltaba era el Padre Ugalde para bendecir al nuevo Carlos Ortega, dándole contexto casi bíblico a la nueva reacción a desencadenar.
El peo sigue siendo de clase
Ya con el peo prendido, el Comandante va dando la línea (desde junio hasta la juramentación en diciembre de 2001) para la conformación de los Círculos Bolivarianos. Organización originaria, de difusión y encargada de la defensa territorial de la Revolución Bolivariana ante los ataques de la derecha empresarial-sindicalera.
Unos de los leitmotiv durante el paro (a parte de la escasez de gas y alimentos que aguantamos con hidalguía colectiva) fueron precisamente los círculos del terror, creados a la sombra y con protección del Gobierno.
La propaganda de guerra (utilizando a Ortega y ahora a Chúo como cadena de transmisión discursiva) buscaba y busca satanizar de una la organización del pueblo chavista. En el metamensaje se ve la radiografía del peo de clases actual: los ciudadanos modelos, ejemplares e instruidos en las buenas costumbres contra los pobres organizados en colectivos. Lo que menos importa es si son culturales, deportivos o comunales, ensangrentar la palabra busca torpedear el imaginario construido desde el nosotros.
En tal sentido, el Estado y la figura hamponil en cotidiana construcción sobre los colectivos van al unísono. La demonización del chavismo en su más amplia generalidad. La matriz de Serra y ahora con el caso de Odreman la derecha repotenciada en Chúo tienen toda la cancha para tensar el delgado y fino cableado de la tolerancia.
Sembrar la duda y generar confusión en primera instancia, para luego con mayor resorte narrar la supuesta lumpenización del chavismo como una enfermedad (que produce muerte, caos, anarquía e ingobernabilidad) a extirpar.
Esa lírica de Chúo de dialogar con la "ciudadanía no militante" persigue la estrategia de llevar a todos lados (generando movilizaciones en paralelo como efecto mediático al mejor estilo Carlos Ortega) el arca de la salvación civil: envenenar al desinformado, captarlo y robotizarlo en la gigantesca maquila de la propaganda de guerra.
Socializar el escenario Plaza Altamira en donde se pueda y deba para ir croniqueando la ingobernabilidad y “La Salida”: darle ahora sí un marco ciudadano (como hizo Carlos Ortega con su abolengo mafioso) de la mano de Chúo.
El bicho tiene bien activo el radar para darle el carajazo necesario a la MUD y refundar el proyecto paraco-ONG-ciudadanía activa.
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