Guadi Calvo
Rebelión
Los grandes avances en procura de la paz en Siria, pura y exclusivamente por la acción diplomática y militar rusa, son evidentes. Moscú ha logrado un principio de acuerdo entre las partes y desde el sábado 27 ha comenzado el alto el fuego, avalado también por un Washington cada vez más debilitado en la región.
Sin duda, el alto el fuego será violado todas las veces que las partes lo crean necesario para preservar los intereses de los firmantes, como ha pasado desde siempre.
De este acuerdo, todavía muy provisorio, no participa la parte más violenta del conflicto que podemos englobar muy genéricamente con el nombre de “takfiries”, es decir, el Frente al-Nusra (al-Qaeda), Estado Islámico y algunas otras organizaciones más pequeñas que todavía no se han definido por ninguna de los dos grandes grupos terroristas, garantes de los intereses turcos y sauditas en el conflicto.
Si bien la guerra en si está muy lejos de resolverse, los atentados y ataques takfiries continuarán con recargada virulencia marketinera.
Miles de extranjeros llegaron a Siria, desde Medio Oriente, Paquistán, el Cuerno de África, los Balcanes, el Magreb, Estados Unidos, Canadá, el Cáucaso y Europa Occidental, para unirse a la luchas de los grupos salafistas contra el presidente Bashar al-Assad, si bien jamás se ha de conocer el número exacto, las cifras más conservadoras hablan de unos 25 mil “voluntarios” desde que comenzó el conflicto en febrero de 2011.
Tanto la organización del Ayman al-Zawahiri, el heredero de Bin Laden, como la de Abu Bakr al-Bagdadí, también conocido como el Califa Ibrahim, líder de Estado Islámico, de no mediar un “milagro” que solo puede provenir de occidente, saben que su presencia en territorio sirio se verá seriamente acotada. De solidificarse los acuerdos promovidos por Serguéi Lavrov, el ministro de relaciones exteriores ruso, si no prima ánimo de extinción en el movimiento salafista, como ya se está viendo, abandonarán Siria, rumbo a posiciones más activas.
Lugares sobran: Mali, Nigeria, Somalia, Pakistán, Afganistán, el norte de India, el sudeste asiático, ya en Filipinas e Indonesia se ha reportado el aumento de la actividad salafista, lo que podría estar indicando que algunos veteranos ya están de retorno a sus países después de la experiencia siria.
Pero en primer lugar Estado Islámico eligió Libia, en la ciudad costera de Sirte, cuna y patíbulo del Coronel Gadaffi, que han conquistado hace ya un año, en las últimas semanas se ha constatado la llegada de entre 3 y 5 mil combatientes para fortalecer las posiciones que Estado Islámico viene ganado en Libia desde que en octubre de 2014 tomó la ciudad de Derna, casi en la frontera con Egipto.
Pero sin duda es el Cáucaso Norte, el lugar al que deben apuntar la voluntad de la mayoría de los “califados” ya que Rusia es el mayor responsable de los duros golpes que están recibiendo en Siria y la demoledora derrota que les propinó Moscú en Chechenia en las guerras de 1994-1996 y de 1999 y 2009.
Putin sabe muy bien que tiene el tiempo contado para exterminar la presencia salafista en Siria y evitar una nueva “invasión” al Cáucaso Norte, ya que el presidente norteamericano, Barack Obama, en los últimos meses de su mandato, no cuenta con el necesario poder político para definir acciones militares de cierta envergadura.
El cambio de gobierno en Estados Unidos podría depositar en la Casa Blanca un decidido cambio de rumbo que intente una vez más fortificar las posiciones más anti rusas tanto en Ucrania, como en Medio Oriente y patrocine acciones terroristas en los territorios musulmanes de la Federación de Rusia, intentando así eclipsar la creciente figura del presidente Putin y hacer menguar la influencia rusa en el contexto internacional, que se ha potenciando tras el traspié de Obama en su amenaza de bombardear Siria en agosto de 2013.
Los motivos de la opción chechena
Sin duda para el wahabismo, Chechenia debe representar lo que Afganistán para la Unión Soviética o Vietnam para los Estados Unidos, una afrenta imposible de olvidar y un buen motivo para volverlo a intentar.
En el punto más álgido del conflicto ruso-checheno, la irrupción del Emirato del Cáucaso confirmó entonces, 2007, la radicalización de la guerra en el Cáucaso Norte. El wahabismo, la versión más perversa del Islam, fuente de sustentación filosófica de al-Qaeda y Estado Islámico, además de ser la secta que gobierna Arabia Saudita, jugaba allí su gran oportunidad, para instalarse como lo había hecho entonces en Afganistán.
Según la FSB (Servicio Federal de Seguridad) de la Federación Rusa la mayoría de los combatientes salafistas que han intervenido en el conflicto sirio han llegado de Asia Central y del Cáucaso Norte: chechenos, daguestaníes e ingusetios, entre otras nacionalidades.
En marzo de 2013 se creó el Jaish al-Muhajireen wal-Ansar (Ejército de inmigrantes), con más de 3000 combatientes llegados del Cáucaso Norte, Crimea y Ucrania que en el mes de diciembre de 2013 juraron lealtad al ISIS (Estado Islámico para Irak y el Levante), de donde emergería el actual Estado Islámico, seis meses más tarde. Por lo que se teme que a la hora de replegarse de Siria, tanto al-Qaeda como Estado Islámico vuelvan a intentarlo en Chechenia.
Unos 20 millones de rusos son de origen musulmán, si bien todas las vertientes tiene representación son mayoritariamente sunitas sufíes, un movimiento gnóstico que enfatiza en la espiritualidad y el misticismo, procurando un mayor desarrollo interno, lo que representa la verdadera Yihad.
Para impedir otra vez el arraigo del salafismo militante en la región, Moscú ha destinado a la República Rusa de Chechenia fuerzas especiales conocidas como Spetsnaz, (unidad de designaciones especiales) encargados de mantener el orden y control de los grupos salafistas que operan espasmódicamente en la zona.
Las pocas bandas activas de takfiries que operan en el Cáucaso Norte, hace año y medio han declarado la Wilayat (provincia de un califato) de Kavkaz, (VK) si bien hasta ahora no han desarrollado acciones significativas, incluso se han adjudicado algún atentado que nunca ocurrió, como mera acción publicitarias podría ser también que el W.K. fuera la base operacional que se incrementaría con la llegada de más hombres que se replegasen de Siria.
Rusia guarda amargos recuerdos de las actividades terroristas desarrolladas en su territorio; vale recordar la toma del Teatro Dubrovka en octubre de 2002, en pleno centro de Moscú, cuando un grupo de entre 40 a 50 comandos chechenos copó el edificio en plena función, tomando 850 personas de rehenes, exigiendo para su liberación la retirada rusa de Chechenia y el fin de la guerra. En la recuperación del teatro las fuerzas de seguridad rusa ejecutaron a 39 terroristas y 130 rehenes murieron durante el asalto.
Casi dos años después en septiembre de 2004 una escuela de la localidad de Beslán, en Osetia del Norte, 30 comandos wahabitas conformados por chechenos e ingusetios tomaron el establecimiento lo que provocó más de 370 muertos (171 niños), unos 200 desaparecidos y cientos de heridos.
Ya fuera de Rusia, el atentado de finales de octubre del año pasado, contra el vuelo chárter 9268 de Kogalymavia que acababa de despegar del Aeropuerto Internacional de Sharm el-Sheij, en el sur de la península del Sinaí en Egipto, estalló por un explosivo colocando en un equipaje asesinado a 217 pasajeros y siete tripulantes.
Investigaciones posteriores confirmarían que el atentado fue obra de la banda terrorista perteneciente ha Estado Islámico, Wilayat Sinai (Provincia Sinaí).
Rusia y el presidente Putin hace años que combaten al wahabismo extremo en su territorio y fuera de él, nada hace pensar que si decide atacar otra vez en territorio ruso, la respuesta no siga siendo tan virulenta y efectiva como siempre.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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